
Por eso, a pájaro de vuelo, de un vistazo nomás se las puede ver tropezando en la calle.
Si uno acerca el ojo, las puede ver mirando el cielo, aunque el tiempo las eternice buscando las estrellas para orientarse.
Las mujeres antiguas se pierden fácilmente. A veces están en ninguna parte. Y el espacio de los sueños las confunde.
Tienen en la cara el asombro.
Tienen en las manos la caricia.
Tienen en la boca el verbo.
De hierro y de seda caminan,
sostenidas a la rama de un amor o sentadas sobre la espera.
Graciela Vega