martes, 23 de diciembre de 2008

Ilustración de ANTIGUA I, por Patricia Jastrzebski

Las mujeres antiguas tienen un surco que les atraviesa el cuerpo, por donde resbalan los sueños. Los sueños propios y los ajenos, los prohibidos y los no tanto, con visiones encantadas o pesadillas truculentas. Sueños actuales o de otra época, unos de aquí o de más allá. Muchos sueños, demasiados sueños para un solo cuerpo.
Por eso, a pájaro de vuelo, de un vistazo nomás se las puede ver tropezando en la calle.
Si uno acerca el ojo, las puede ver mirando el cielo, aunque el tiempo las eternice buscando las estrellas para orientarse.
Las mujeres antiguas se pierden fácilmente. A veces están en ninguna parte. Y el espacio de los sueños las confunde.
Tienen en la cara el asombro.
Tienen en las manos la caricia.
Tienen en la boca el verbo.
De hierro y de seda caminan,
sostenidas a la rama de un amor o sentadas sobre la espera.

Graciela Vega