domingo, 24 de mayo de 2009

de ANTIGUAS


Una mujer antigua sabe que la tierra se abre
con una desprolijidad sin límite
dejando grietas por donde se escurren
las huellas propias y las ajenas.
Cuando esto sucede
ella se detiene al instante
sus pies se sujetan a la memoria
y se balancea sin resistencia
llevada por un viento de miedo
que sube y baja del corazón a las rodillas.
Una mujer antigua conoce
y confía
en que el temblor va a cesar
y que la tierra caerá en un sueño profundo.
Ella recuerda que
de ese sueño terroso
renacerán el silencio y la calma.
Y espera
en un cerco de piedra y polvo
a que se acomode su pequeño mundo.
Después
pega el salto y anda
en tanto sus manos van moviendo la montaña
hasta encontrar el mejor sitio.

Graciela Vega